La semana
pasada el analista político nicaragüense y profesor del Instituto
Centroamericano de Administración de Empresas (Incae) hizo un señalamiento muy interesante acerca del deterioramiento
que ha sufrido la democracia en Centroamérica. Este erosionamiento reviste un
enorme peligro ya que provoca que se asome la sombra del caudillismo sobre toda
la región.
Decisiones desafortunadas
como las que ha tomado el gobierno de la mandataria Laura Chinchilla,
escándalos de corrupción como el de la Trocha 1856 y la más reciente situación
suscitada con la concesión de la ruta San José-San Ramón, exaltan los ánimos de
la población y dejan entrever una peligrosa idea: ¿Será un caudillo nuestra
única salvación? No comparto esta hipótesis y creo firmemente que la democracia
es la mejor forma de gobierno que la humanidad ha empleado hasta la fecha, con
todas sus falencias y vicisitudes; sin embargo no sería correcto recriminarle
al pueblo su cuestionamiento ya que en la práctica la gestión gubernamental ha
tenido un desempeño paupérrimo.
Cada vez es
más frecuente escuchar en las calles costarricenses la necesidad de que
aparezca una persona que ponga orden y no vacile a la hora de tomar decisiones
fundamentales para el desarrollo económico y social de nuestro país. Aunque
esta idea puede ser una especie de grito al cielo o llamado desesperado en
busca de soluciones, se debe de tener una mente fría y no caer en situaciones
donde la supuesta cura es peor que la enfermedad. Las pasiones deben ser
dejadas de lado a la hora de analizar un tema de tanta preponderancia para el
bienestar no solamente nacional sino de toda la región. Basta con recordar el
caso cubano, chileno y venezolano de la última mitad de siglo XX e inicios del
siglo XXI para saber que se debe tener cautela y mucha prudencia a la hora de
hablar de formas gubernamentales.
Cruz señala
en su ensayo titulado "Estado de la institucionalidad democrática de la
región centroamericana que "la democracia representativa es la que puede
estar en problemas, porque cuando los partidos son incapaces de mediar, con un
mínimo de efectividad y justicia, la democracia empieza a perder legitimidad
como instrumento de repartir aquello que es escaso". Se hace imperativo
prestar mucha atención a signos que ya se están evidenciando en nuestro país.
Las manifestaciones constantes, muestra
clara de la insatisfacción popular, pueden dar paso a un círculo vicioso en
donde la misma ingobernabilidad haya sido causada por la falta de capacidades
de nuestros gobiernos. Se debe de hacer una pausa en el camino, girar el timón
y fomentar una mayor participación ciudadana, pilar fundamental de la
democracia, con el fin de encontrar puntos de convergencia y enrumbar la embarcación
hacia puerto seguro; de lo contrario nuestra democracia terminará inevitablemente
siendo un naufragio más en el turbulento océano de la política.
Lic. José
Pablo Valverde Coto MBA
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