miércoles, 24 de abril de 2013

Los fantasmas del caudillismo

La semana pasada el analista político nicaragüense y profesor del Instituto Centroamericano de Administración de Empresas (Incae) hizo un  señalamiento muy interesante acerca del deterioramiento que ha sufrido la democracia en Centroamérica. Este erosionamiento reviste un enorme peligro ya que provoca que se asome la sombra del caudillismo sobre toda la región.
Decisiones desafortunadas como las que ha tomado el gobierno de la mandataria Laura Chinchilla, escándalos de corrupción como el de la Trocha 1856 y la más reciente situación suscitada con la concesión de la ruta San José-San Ramón, exaltan los ánimos de la población y dejan entrever una peligrosa idea: ¿Será un caudillo nuestra única salvación? No comparto esta hipótesis y creo firmemente que la democracia es la mejor forma de gobierno que la humanidad ha empleado hasta la fecha, con todas sus falencias y vicisitudes; sin embargo no sería correcto recriminarle al pueblo su cuestionamiento ya que en la práctica la gestión gubernamental ha tenido un desempeño paupérrimo.
Cada vez es más frecuente escuchar en las calles costarricenses la necesidad de que aparezca una persona que ponga orden y no vacile a la hora de tomar decisiones fundamentales para el desarrollo económico y social de nuestro país. Aunque esta idea puede ser una especie de grito al cielo o llamado desesperado en busca de soluciones, se debe de tener una mente fría y no caer en situaciones donde la supuesta cura es peor que la enfermedad. Las pasiones deben ser dejadas de lado a la hora de analizar un tema de tanta preponderancia para el bienestar no solamente nacional sino de toda la región. Basta con recordar el caso cubano, chileno y venezolano de la última mitad de siglo XX e inicios del siglo XXI para saber que se debe tener cautela y mucha prudencia a la hora de hablar de formas gubernamentales.    
Cruz señala en su ensayo titulado "Estado de la institucionalidad democrática de la región centroamericana que "la democracia representativa es la que puede estar en problemas, porque cuando los partidos son incapaces de mediar, con un mínimo de efectividad y justicia, la democracia empieza a perder legitimidad como instrumento de repartir aquello que es escaso". Se hace imperativo prestar mucha atención a signos que ya se están evidenciando en nuestro país. Las manifestaciones  constantes, muestra clara de la insatisfacción popular, pueden dar paso a un círculo vicioso en donde la misma ingobernabilidad haya sido causada por la falta de capacidades de nuestros gobiernos. Se debe de hacer una pausa en el camino, girar el timón y fomentar una mayor participación ciudadana, pilar fundamental de la democracia, con el fin de encontrar puntos de convergencia y enrumbar la embarcación hacia puerto seguro; de lo contrario nuestra democracia terminará inevitablemente siendo un naufragio más en el turbulento océano de la política.
Lic. José Pablo Valverde Coto MBA

 

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