sábado, 3 de agosto de 2013

Legalización: ¿Lo menos malo?




La legalización de la marihuana es un tema muy delicado. Debo admitir que en un inicio mi posición no estaba clara y no me era posible determinar qué habría de ser más beneficioso. Aún hoy respeto ambas posiciones, sin embargo he llegado a la conclusión de que la mejor vía, o al menos la que podría otorgar algo distinto es la legalización. 

Como dijo alguna vez Albert Einstein: “Si buscas algo distinto, no hagas siempre lo mismo”. Ese es precisamente el caso con relación al consumo de marihuana. Antes de abordar los puntos por los que adopto mi posición es bueno señalar que ésta nace de un deseo ferviente por disminuir las muertes y la violencia asociada al narcotráfico y no pretende de ninguna forma alentar el consumo de la misma.

La mayoría de los datos que abordaré son de la economía norteamericana debido a su tamaño y su nivel de consumo. Según la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito se calcula que unos 230 millones de personas, o el 5% de la población adulta del mundo, consumieron alguna droga ilícita por lo menos una vez en 2010. El cannabis es la sustancia ilícita más consumida mundialmente: existen entre 119 y 224 millones de consumidores de cannabis en todo el mundo y el consumo se mantiene estable.
Si se hace una relación de los beneficios que podría traer adoptar una medida de legalización y regulación en los Estados Unidos país con los demás países latinoamericanos, se puede tener a grandes rasgos una idea de lo que significaría un cambio de tal envergadura.

Estos beneficios nacen a partir de la siguiente premisa: El consumo de la marihuana no ha
disminuido. Según datos de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito solamente en los Estados Unidos la marihuana ilegal mueve alrededor de $36.000 millones al año. La prevalencia anual del consumo de cannabis en dicho país entre la población general (personas de 15 a 64 años de edad) siguió aumentando en 2010 (a un 14,1%, en comparación con un 13,7% en 2009). Esta tendencia demuestra un aumento de su consumo a pesar de las medidas represivas en su contra.

Otro dato que refuerza la tendencia y la poca eficacia de la política antidrogas actual es que el número de plantas de marihuana destruidas en Estados Unidos pasó de 313.776 en 2001, a 1.675.681 en 2006.
Para darse una idea del tamaño comercial de los cultivos estadounidenses de la hierba, basta señalar que, de acuerdo a un informe del Servicio de Investigaciones del Congreso de EE.UU., el narcotráfico contribuye a la economía colombiana una suma cercana al 2,5% del PIB de ese país, o sea unos $2.500 millones. Una cifra equivalente apenas a la mitad del valor comercial estimado de la cosecha californiana. 

Las cifras lucrativas alrededor de la marihuana no se circunscriben únicamente al continente americano. Por ejemplo, los datos sobre producción y precios reunidos para el estudio de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito 2010 referente al cultivo de cannabis en Afganistán, muestran que esa tarea ha pasado a ser sumamente lucrativa. En 2010 el ingreso bruto medio de una familia que cultivaba cannabis ascendía a unos $ 9.000 dólares. Si estos datos se traen a la realidad latinoamericana, se puede cuantificar el ingreso que los narcotraficantes pueden percibir por miles de hectáreas de cultivo y comercio de la droga.
 
Es en este punto que se debe abordar uno de los elementos más tristes de la discusión como lo son las muertes que genera en todo el continente el comercio ilegal de la marihuana. Solamente en México durante el periodo del presidente Felipe Calderón se registraron 48.338 homicidios asociados al narcotráfico. Pero la violencia no le es exclusiva al territorio mexicano, en Rosario, Argentina  suman ya más de 1000 muertes vinculadas con el narcotráfico desde 2004 a la actualidad. En total según la Organización de Estados Americanos (OEA) se estima que el número reciente de muertes violentas asociadas al narcotráfico en Latinoamérica suma unas 150.000 por año. Imposible saberlo con certeza.

Siendo así, ¿No es hora de cambiar la estrategia? Hasta el momento la política actual en contra de las drogas ha probado ser un fracaso.  ¿Por qué entonces continuamos por el mismo camino? Existen argumentaciones que sostienen la importancia de mantener el mismo sistema. 

Jesús Kumate Rodríguez, considerado uno de los epidemólogos más importantes y reconocidos a nivel internacional advierte que despenalizar la marihuana no es una medida viable por ningún motivo pues su consumo provoca gran deterioro, sobre todo en el cerebro, la memoria, el sistema locomotor y el estado síquico.

Comparto con el señor Kumate su preocupación, sin embargo su análisis me lleva al inicio de la discusión. Ambas medidas tienen su beneficio y su punto débil. ¿Cuál es mi propuesta y conclusión?
El consumo de la marihuana ha mostrado una tendencia al alza y los asesinatos asociados al narcotráfico de la misma también han incrementado. Las políticas represivas no han dado fruto disminuyendo su consumo y han traído muerte y tristeza a familias alrededor del mundo. Las condiciones sociales muchas veces impulsan a jóvenes a ingresar en un mercado lucrativo en busca de una oportunidad de subsistir y grandes cárteles se aprovechan de su situación utilizándolos como soldados de la muerte.

La legalización de la marihuana pareciera una alternativa interesante, su regulación e ingresos podrían ser gravados para la creación de centros de rehabilitación y ayuda. Cualquier persona podría preguntarse, ¿Tiene lógica generar una especie de círculo vicioso en donde por un lado legalizo la marihuana y por otro utilizo sus ingresos para la rehabilitación? Por más extraña que parezca la respuesta es sí. 

En mi opinión es preferible generar esta especie de “círculo vicioso” con un producto que de igual forma será consumido, ejecutando campañas de prevención paralelas a su comercio y manteniendo centros de rehabilitación. El presupuesto para ambas actividades provendría de  los ingresos que su venta genere así como de los millones de dólares que se ahorrarían en la lucha contra el narcotráfico. 

Más importante aún, y razón principal para adoptar mi posición respecto al tema, es la posibilidad de salvar miles de vidas al año que se esfuman debido al narcotráfico. Creo firmemente que es hora de tomar una decisión y buscar alternativas a la problemática. El paso que tomó Uruguay recientemente es una demostración de valentía y de un deseo genuino por salir del peligroso statu quo. Nos hemos acostumbrado a escuchar en los noticiarios la lista de muertes asociadas al narcotráfico casi con la misma sorpresa que los resultados deportivos. Es hora de cambiar los paradigmas, y saber que ninguna elección en la vida tiene un 100 % de beneficios, pero se deben de adoptar las medidas que traigan mayor bienestar a la sociedad. En este caso la legalización pareciera ser lo menos malo por hacer.