domingo, 12 de mayo de 2013

Los grandes retos de la educación latinoamericana del siglo XXI



La educación representa una llave hacia el progreso. En épocas pasadas la afirmación que dice la “información es poder” ha sido siempre cierta, sin embargo en la era que nos ha tocado vivir hace falta ir más allá. Vivimos en una economía del conocimiento en donde contrariamente al discurso de la vieja izquierda y la vieja derecha en la región, los recursos naturales ya no son los que producen más crecimiento. Los países que más están creciendo en todo el mundo son los que apostaron a la innovación de bienes y servicios de mayor valor agregado. Es en este punto precisamente que el enfoque que se le dé a la educación es primordial para establecer un plan a mediano y largo plazo que logre insertar a Costa Rica y las demás naciones latinoamericanas en la economía mundial.

No en vano Liechtenstein es el país con mayor ingreso per cápita del mundo. Este diminuto territorio no tiene ninguna materia prima mientras que países como Venezuela y Nigeria están entre los que tienen más altas tasas de pobreza. ¿No es acaso este un indicador de hacia dónde se dirige la tendencia de la economía y la educación?

Es un hecho que el mundo ha cambiado. Mientras en 1960 las materias primas constituían 30 por ciento del producto interno bruto mundial, en la década de 2000 representaban apenas 4 por ciento del mismo. El grueso de la economía mundial está en el sector servicios, que representa el 68 por ciento, y el sector industrial, que representa 29 por ciento, según el Banco Mundial.

Esta tendencia a la baja de las materias primas se acelerará más. La reciente crisis
económica mundial hizo tambalear los precios de las materias primas de Sudamérica y las exportaciones de manufacturas de México y Centroamérica. Países como Venezuela que basaron sus acciones en los precios del petróleo se verán impactadas y sucumbirán frente a países que se hayan preocupado por desarrollar su recurso humano en áreas tecnológicas.

La educación toma un papel preponderante en este aspecto, sin embargo ya no solamente bastará con alcanzar una penetración a todos los sectores de la población, sino que será necesario evaluar la calidad de la educación así como su enfoque con el fin de llegar a ser un país competitivo. En un comunicado de prensa del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) titulado “Latin Americans satisfied with education, despite quality challenges”, Gallup encuestó 40 000 personas en 24 países de la región. El estudio muestra que los latinoamericanos están satisfechos con sus sistemas educativos. Paradójicamente lo están mucho más con su educación pública que la gente de otras regiones que obtienen mucho mejores resultados en los exámenes estudiantiles y en los rankings universitarios. El 85 por ciento de los costarricenses, el 84 por ciento de los venezolanos, el 82 por ciento de los cubanos, 80 por ciento de los nicaragüenses, 77 por ciento de los salvadoreños y más de 72 por ciento de colombianos, jamaiquinos, hondureños, bolivianos, panameños, uruguayos y paraguayos dijeron estar satisfechos con la educación pública de sus respectivos países. Según Eduardo Lora, economista del BID que coordinó el estudio “los latinoamericanos en general están más satisfechos con su educación pública de lo que justifican los resultados de los exámenes internacionales. Están satisfechos sin fundamento”. Según Lora la mayoría de gente en la región tiende a juzgar sus sistemas educativos por la calidad de los edificios escolares o por el trato que reciben sus hijos en la escuela, más que por lo que aprenden.

Ha habido un gran avance en cuanto a la expansión de la educación –los índices de alfabetismo se han duplicado desde la década de los años treinta, para llegar a 86 por ciento de la población de la región-, pero no se ha producido un avance similar en la calidad de la educación. El peligro es que, si la gente está satisfecha, no existe la exigencia social de mejorar los estándares educativos.

Una vez señalado el tema de la importancia de la calidad de la educación, es necesario analizar la política educativa tanto de Costa Rica como de la región. Como se mencionó anteriormente vivimos en una economía del conocimiento y como tal, demanda profesionales capacitados en tecnologías de la información. Para nadie es un secreto que las exigencias globales requieren un ejército de ingenieros que países como la India han estado dispuestos a proveer. Por ejemplo la India tienen una enorme ventaja en esta economía del conocimiento: cuenta con una enorme población de ingenieros, técnicos y científicos sumamente preparados, que hablan el inglés y pueden vender sus servicios a una fracción de sus competidores en Estados Unidos y otros países industrializados. La muestra más visible de este fenómeno es que la industria del software india creció de prácticamente nada a una industria de 35 000 millones de dólares.

¿Cómo logró un país como la India esto? El secreto del éxito se debió en parte a que el país desde muy temprano hizo una apuesta fuerte por la calidad y el enfoque de la educación. Jawaharlal Nehru, el primer ministro de la India de 1947 a 1964 inició la revolución tecnológica del país y en 1951 propuso crear varias universidades tecnológicas indias que fueran copias de las mejores del mundo, y que tuvieran cada una un convenio con su institución modelo. ¿No sería una propuesta beneficiosa para Costa Rica imitar este plan de acción indio que inició hace más de 50 años? Es vital para nuestro desarrollo que entendamos que el éxito no llega de la noche a la mañana y que requiere de consistencia y fijar un rumbo claro. Lamentablemente Costa Rica vive inmersa en la realidad latinoamericana.

Las grandes universidades latinoamericanas están repletas de estudiantes que
cursan carreras humanísticas u otras que ofrecen poca salida laboral. Hay demasiados estudiantes latinoamericanos estudiando derecho, psicología, sociología, filosofía e historia, y pocos estudiando ciencias e ingeniería. Actualmente 57 por ciento de los estudiantes de la región cursan carreras de ciencias sociales, mientras apenas 16 por ciento cursan carreras de ingeniería y tecnología según cifras de la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI), con sede en Madrid.

Otro estudio de la OEI señala que el número de graduados en ciencias sociales aumentó espectacularmente desde fines de los años noventa. Entre el conjunto de egresados de maestrías en Latinoamérica 42 por ciento ha obtenido su título de posgrado en ciencias sociales, 14 por ciento en ingeniería y tecnología, y 5 por ciento en ciencias agrícolas.

En Costa Rica se hace necesario salir de este patrón latinoamericano y fomentar iniciativas con el fin de impulsar los estudios en áreas afines a la tecnología. Se debe de marcar un rumbo y plan país que continúe su marcha sin importar el gobierno de turno y tenga estipulados planes concretos y medidas de evaluación que conlleven a una ejecución satisfactoria. Hasta el momento ha quedado claro que se requiere una mejor evaluación de la calidad, así como un mejoramiento de la oferta educativa alineada con la tendencia que muestra la economía mundial. Esta oferta educativa no puede ser de ninguna manera una imposición a los jóvenes universitarios, sino debe significar un cambio de paradigma desde la educación escolar. Se deben de implementar mejoras que permitan a los niños disfrutar de materias que tradicionalmente han sido marcadas como “aburridas, tediosas, coladeros, etc.”. Se debe dar un cambio radical en la forma de impartir las clases y generar en el estudiante un deseo por aprender. La teoría se debe impartir de forma práctica y evidenciando al niño/a su utilidad en el mundo en que está inmerso. Sólo de esta manera se logrará inculcar en la niñez costarricense un interés por las ciencias exactas, la investigación y el desarrollo.

En este aspecto de la investigación Costa Rica una vez más se ve sumergida en la realidad latinoamericana. América Latina junto con África son las regiones con menos inversión en investigación y desarrollo de nuevos productos, y con menos patentes registradas en el mercado mundial.  Sólo 2 por ciento de la inversión mundial en investigación y desarrollo tiene lugar en países latinoamericanos y caribeños. Comparativamente, 28 por ciento de la inversión mundial en este rubro tiene lugar en los países asiáticos, 30 por ciento en Europa, y 39 por ciento en Estados Unidos. Es aún más alarmante que casi la totalidad del 2 por ciento de la inversión mundial en investigación que corresponde a Latinoamérica tiene lugar en apenas cuatro países de la región: Brasil con 63 por ciento, México con 13 porciento, Argentina con 12 por ciento y Chile con 4 porciento.

Estas cifras no parecieran ser una sorpresa si se toma en cuenta que los países latinoamericanos no han seguido una estrategia acorde a las necesidades de la economía mundial. Costa Rica no debe caer en este letargo y por el contrario debe hacer un alto en el camino y establecer directrices sólidas que establezcan un rumbo con el fin de alcanzar indicadores competitivos. Es claro que Costa Rica no posee una economía de escala y que aunque logre establecer políticas educativas exitosas siempre  existirán países como la India en donde únicamente una minoría de menos del 5 por ciento de la población habla inglés pero por el tamaño de la población del país, eso significa que 50 millones de personas hablan inglés. Es precisamente por ello que el país debe de preocuparse por dar un valor agregado a sus productos y servicios, meta que únicamente alcanzará mejorando la calidad de su educación e insertándose exitosamente en la economía del conocimiento, capacitando a su recurso humano en las profesiones que el mundo está demandando.
Es una obligación de nuestros gobernantes sacar a Costa Rica del sueño de los justos que vive la región latinoamericana, implementando cambios radicales en la educación primaria y secundaria con el fin de estimular a los estudiantes a disfrutar de las ciencias exactas. Una vez que exista este deseo del costarricense por desarrollarse en este campo el país debe asimismo ofrecer oportunidades para que el joven universitario pueda capacitarse e insertarse en una industria boyante como lo es la tecnológica. Para esto se deberán hacer esfuerzos con el fin de establecer acuerdos con universidades internacionales, para atraer nuevos centros universitarios y ofrecer mejores becas para estudiar en el exterior. La solución requiere una implementación integral que inicia desde que el niño accede a la educación primaria y culmina sus estudios universitarios. Sólo así Costa Rica dará un paso al frente y se diferenciará realmente del resto de países latinoamericanos con respecto a la educación.

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