Recientemente Costa Rica recibió una noticia muy positiva
al enterarse que estaba en la cima del Índice Global de Innovación en su región.
Este índice es generado desde el 2007 por la Universidad de Cornell, en EE.
UU., la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI) del Sistema de
Naciones Unidas y el Instituto Europeo de Administración de Negocios.
Costa Rica figura como el país más innovador de América
Latina, por encima de Chile y Uruguay. Más allá del motivo de alegría por este
galardón se debe realizar un análisis desde dos aristas.
Número uno, ¿Realmente Costa Rica está invirtiendo
agresivamente para diferenciarse en el mundo como un país innovador? ¿Está
Costa Rica implementando medidas adecuadas acorde con esta meta?
Ésta noticia debe de ser incentivo para invertir más
recursos en investigación y desarrollo. Será importante que las universidades
públicas y privadas estrechen sus lazos con el sector empresarial para
desarrollar productos comerciales que impulsen el desarrollo nacional.
En buena hora se empieza a retirar el velo que prohíbe
relaciones entre lo académico y el sector empresarial. El talento costarricense,
si se le dota de herramientas, puede competir en el marco del comercio
internacional y ser exitoso. Solamente desarrollando una estrecha relación
entre el sector público y privado se logrará marcar una diferencia a nivel
internacional.
Si las universidades se mantienen encapsuladas y se
restringen a lo estrictamente académico, todo el conocimiento que se genere en
la academia se perderá. Del otro lado, en el sector privado, las empresas
estarán perdiendo una fuente invaluable de ideas y al mismo tiempo la inversión
necesariamente buscará donde obtener réditos fuera de fronteras costarricenses.
Es por esto que una relación entre el sector público, privado y la academia es
tan importante. ¿Por qué no generar una entidad similar a CINDE que se preocupe
estrictamente en generar ese acercamiento entre profesores, investigadores, jóvenes
universitarios y el sector privado? ¿Por qué no generar una escala de méritos
en las universidades para el nombramiento de profesores en donde la generación
de patentes tenga un peso de igual importancia que las publicaciones
investigativas? Una relación de este tipo podría traer consigo beneficios para
todas las partes, generando ingresos a las universidades con las patentes,
comisiones a los profesores investigadores, ganancias a los jóvenes
realizadores y utilidades a las empresas del sector privado que apoyen estos proyectos
y vean en estas alianzas una mina de oro de la innovación.
Número dos, ¿Costa Rica
se toma en serio el tema de tecnología?
Resulta algo
contradictorio que a pesar de haber escalado a la cima latinoamericana del Índice
Global de Innovación en 2013, con 41,5 puntos de 100 posibles, el presupuesto
dedicado en Costa Rica a investigación y desarrollo pasó de 0,54 del PIB en el
2009, a 0,46% en el 2012. Asimismo el presupuesto del Ministerio de Ciencia y
Tecnología se redujo un 10% en el 2012.Aunado a estas cifras, la muestra más
grave del desinterés sobre la materia es el nombramiento de Justo Orozco como presidente
de la Comisión legislativa de Ciencia y Tecnología. ¿Es posible que una persona
que no cuenta con la más mínima preparación sobre el tema logre llevar
satisfactoriamente discusiones pertinentes? ¿Puede un doctor hablar de leyes o
un informático discutir de agricultura? No me cabe la menor duda que cualquier
persona sin importar su formación académica puede aprender sobre otros temas y
convertirse en un experto, pero, ¿Es la Asamblea Legislativa el espacio
adecuado para que una persona experimente? En este punto se debe abordar una
discusión que no es el tema central de este texto pero resulta pertinente
mencionar. La elección de los diputados en este país debe de cambiar. El pueblo
costarricense debe de tener la oportunidad de elegir directamente a los actores
legislativos y debe de establecerse un mínimo de requerimientos que aseguren de
cierto modo la eficacia del acontecer legislativo cada 4 años. Estos parámetros
de elección no garantizarán una buena labor pero al menos servirán de filtro
para evitar que tengamos embajadores de la ciencia y tecnología, y otras
temáticas, con completo desconocimiento de la materia.
En una
economía del conocimiento como la que nos ha tocado vivir en el siglo XXI, el papel
que se le dé a la tecnología y la innovación, marcará la diferencia entre los
países que logren insertarse en el desarrollo y los que atraquen en las arenas
de la obsolescencia. Costa Rica, debe tomar con más seriedad este tema, de lo
contrario el tren de la inversión pasará sin dejar rastros. Es imperativo además
efectuar cambios en el poder legislativo, ya que si seguimos poniendo la
creación de leyes en las manos equivocadas seguiremos viajando sin norte en un
océano turbulento.