La legalización de la marihuana es un tema muy delicado.
Debo admitir que en un inicio mi posición no estaba clara y no me era posible
determinar qué habría de ser más beneficioso. Aún hoy respeto ambas posiciones,
sin embargo he llegado a la conclusión de que la mejor vía, o al menos la que
podría otorgar algo distinto es la legalización.
Como dijo alguna vez Albert Einstein: “Si
buscas algo distinto, no
hagas siempre lo mismo”. Ese es precisamente el caso con relación al consumo de
marihuana. Antes de abordar los puntos por los que adopto mi posición es bueno
señalar que ésta nace de un deseo ferviente por disminuir las muertes y la
violencia asociada al narcotráfico y no pretende de ninguna forma alentar el
consumo de la misma.
La mayoría de los datos que abordaré son de
la economía norteamericana debido a su tamaño y su nivel de consumo. Según la
Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito se calcula que unos
230 millones de personas, o el 5% de la población adulta del mundo, consumieron
alguna droga ilícita por lo menos una vez en 2010. El cannabis es la sustancia
ilícita más consumida mundialmente: existen entre 119 y 224 millones de
consumidores de cannabis en todo el mundo y el consumo se mantiene estable.
Si se hace una relación de los beneficios que
podría traer adoptar una medida de legalización y regulación en los Estados
Unidos país con los demás países latinoamericanos, se puede tener a grandes
rasgos una idea de lo que significaría un cambio de tal envergadura.
disminuido. Según datos de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito solamente en los Estados Unidos la marihuana ilegal mueve alrededor de $36.000 millones al año. La prevalencia anual del consumo de cannabis en dicho país entre la población general (personas de 15 a 64 años de edad) siguió aumentando en 2010 (a un 14,1%, en comparación con un 13,7% en 2009). Esta tendencia demuestra un aumento de su consumo a pesar de las medidas represivas en su contra.
Otro dato que refuerza la tendencia y la poca eficacia de la política antidrogas actual es que el número de plantas de marihuana destruidas en Estados Unidos pasó de 313.776 en 2001, a 1.675.681 en 2006.
Para darse una idea del tamaño comercial de los cultivos estadounidenses de la hierba, basta señalar que, de acuerdo a un informe del Servicio de Investigaciones del Congreso de EE.UU., el narcotráfico contribuye a la economía colombiana una suma cercana al 2,5% del PIB de ese país, o sea unos $2.500 millones. Una cifra equivalente apenas a la mitad del valor comercial estimado de la cosecha californiana.
Las cifras lucrativas alrededor de la
marihuana no se circunscriben únicamente al continente americano. Por ejemplo, los
datos sobre producción y precios reunidos para el estudio de la Oficina de las
Naciones Unidas contra la Droga y el Delito 2010 referente al cultivo de
cannabis en Afganistán, muestran que esa tarea ha pasado a ser sumamente
lucrativa. En 2010 el ingreso bruto medio de una familia que cultivaba cannabis
ascendía a unos $ 9.000 dólares. Si estos datos se traen a la realidad
latinoamericana, se puede cuantificar el ingreso que los narcotraficantes
pueden percibir por miles de hectáreas de cultivo y comercio de la droga.
Es en este punto que se debe abordar uno de
los elementos más tristes de la discusión como lo son las muertes que genera en
todo el continente el comercio ilegal de la marihuana. Solamente en México
durante el periodo del presidente Felipe Calderón se registraron 48.338
homicidios asociados al narcotráfico. Pero la violencia no le es exclusiva al
territorio mexicano, en Rosario, Argentina
suman ya más de 1000 muertes vinculadas con el narcotráfico desde 2004 a
la actualidad. En total según la Organización de Estados Americanos (OEA) se
estima que el número reciente de muertes violentas asociadas al narcotráfico en
Latinoamérica suma unas 150.000 por año. Imposible saberlo con certeza.
Siendo así, ¿No es hora de cambiar la
estrategia? Hasta el momento la política actual en contra de las drogas ha
probado ser un fracaso. ¿Por qué
entonces continuamos por el mismo camino? Existen argumentaciones que sostienen
la importancia de mantener el mismo sistema.
Jesús Kumate Rodríguez, considerado uno de
los epidemólogos más importantes y reconocidos a nivel internacional advierte
que despenalizar la marihuana no es una medida viable por ningún motivo pues su
consumo provoca gran deterioro, sobre todo en el cerebro, la memoria, el
sistema locomotor y el estado síquico.
Comparto con el señor Kumate su preocupación,
sin embargo su análisis me lleva al inicio de la discusión. Ambas medidas
tienen su beneficio y su punto débil. ¿Cuál es mi propuesta y conclusión?
El consumo de la marihuana ha mostrado una
tendencia al alza y los asesinatos asociados al narcotráfico de la misma
también han incrementado. Las políticas represivas no han dado fruto
disminuyendo su consumo y han traído muerte y tristeza a familias alrededor del
mundo. Las condiciones sociales muchas veces impulsan a jóvenes a ingresar en
un mercado lucrativo en busca de una oportunidad de subsistir y grandes
cárteles se aprovechan de su situación utilizándolos como soldados de la
muerte.
La legalización de la marihuana pareciera una
alternativa interesante, su regulación e ingresos podrían ser gravados para la
creación de centros de rehabilitación y ayuda. Cualquier persona podría
preguntarse, ¿Tiene lógica generar una especie de círculo vicioso en donde por
un lado legalizo la marihuana y por otro utilizo sus ingresos para la rehabilitación?
Por más extraña que parezca la respuesta es sí.
En mi opinión es preferible generar esta
especie de “círculo vicioso” con un producto que de igual forma será consumido,
ejecutando campañas de prevención paralelas a su comercio y manteniendo centros
de rehabilitación. El presupuesto para ambas actividades provendría de los ingresos que su venta genere así como de
los millones de dólares que se ahorrarían en la lucha contra el narcotráfico.
Más importante aún, y razón principal para
adoptar mi posición respecto al tema, es la posibilidad de salvar miles de
vidas al año que se esfuman debido al narcotráfico. Creo firmemente que es hora
de tomar una decisión y buscar alternativas a la problemática. El paso que tomó
Uruguay recientemente es una demostración de valentía y de un deseo genuino por
salir del peligroso statu quo. Nos hemos acostumbrado a escuchar en los
noticiarios la lista de muertes asociadas al narcotráfico casi con la misma
sorpresa que los resultados deportivos. Es hora de cambiar los paradigmas, y
saber que ninguna elección en la vida tiene un 100 % de beneficios, pero se
deben de adoptar las medidas que traigan mayor bienestar a la sociedad. En este
caso la legalización pareciera ser lo menos malo por hacer.